A veces, cuando regreso a casa del trabajo, mi niña me saluda al salir corriendo de la casa y saltar a mis brazos antes de que yo pueda ni salir del auto. Como puede imaginar, llegar a casa se ha convertido en uno de mis momentos favori- tos del día.

Por medio de esta experiencia, llegué a entender que mi deseo por mis hijos es sólo un débil eco del gran amor de Dios por mí y por cada persona que Él creó. Yo soy sola- mente un padre terrenal y pecador, y amo tanto a mis hijos que duele. ¿Cómo no podría confiar en un Padre celestial y perfecto que me ama infinitamente más de lo que yo amaré jamás a mis hijos?
Fragmento del Libro: Loco Amor Comprar de Francis Chan
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